Yolanda Yebra -Buenos Aires

La vida en tránsito

Posted on 13 octubre, 2008. Filed under: Yolanda Yebra -Buenos Aires | Etiquetas: |

Por Yolanda Yebra / Buenos Aires

Nadine tenía prisa por llegar a un destino común: la vida. Tanto apuro tenía, que vino a este mundo en pleno tránsito donde nadie la esperaba, tan siquiera su madre, Rabat Ahmed: de camino entre Boston (Estados Unidos) y El Cairo (Egipto).

Su primera bocanada de aire estaba aderezada con oxígeno británico, el de un avión de British Airways que volaba a 700 kilómetros por hora cuando ella, viajera y sietemesina de nacimiento, decidió presentarse sin preámbulos. Luego, en tierra firme, vio el sol en el aeropuerto de Halifax, Canadá, donde la aeronave aterrizó de urgencia.

Como Nadine nació en el espacio aéreo canadiense, le concedieron esta ciudadanía; pero no vivirá en el país norteamericano, al menos de momento. Su madre también podría haberla naturalizado británica, por el pabellón de la aerolínea, pero la pequeña de año y medio tampoco reside en Gran Bretaña, sino en Egipto.

El especial caso de Nadine figura entre los 191 millones de individuos que residen fuera de su país natal (3% de la humanidad), la mayoría mujeres (51%). Si todos ellos integrasen un nuevo Estado, sería el sexto del mundo en cantidad de habitantes.

La mayoría de quienes salen de su terruño tienen la necesidad de hacerlo o se ven obligados a ello, como los emigrantes económicos y los refugiados. Otros muchos andan escondiéndose por todos los rincones viviendo sin ley. Y unos pocos son aventureros.

Buen número de profesionales también zigzaguea por doquier. Llevan la tarjeta de pasajero frecuente en una mano y el pasaporte desbordado de sellos en la otra. Hoy están aquí, mañana allá y consideran a la Tierra como a un solo país. Cada año protagonizan 131 millones de llegadas internacionales en viajes de negocios, apenas el 16% de los 900 millones de entradas fronterizas registradas por la Organización Mundial de Turismo. Entre estos profesionales se puede encontrar de todo: diplomáticos, directivos de empresas, corresponsales, deportistas, militares, estudiantes, científicos, músicos y demás. Para ellos, estar en movimiento es sinónimo de progreso laboral. La economía global los puso a caminar por razones menos ociosas que las de los turistas (430 millones de entradas fronterizas documentadas al año), o las de aquellos que visitan a amigos y parientes, peregrinan guiados por su fe religiosa, o se realizan tratamientos de salud en el exterior (225 millones de entradas anuales en conjunto).

A todos ellos los llaman “nómadas modernos”. La denominación incluye desde quienes exploran mundos ajenos y distantes enchufados a una computadora doméstica, hasta a los nuevos mercenarios; un ejército de Rambos de compañías de seguridad que operan como multinacionales, cotizan en bolsa y hacen el agosto desde los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos. Son reclutados por doquier para actuar en zonas en conflicto. Sólo en Irak hay 48.000 “soldados de fortuna”; peruanos, chilenos, australianos, alemanes y, por supuesto, estadounidenses, los mejor pagados (más de 6.000 dólares mensuales), entre otras nacionalidades.

Tanto ir i venir impulsa la industria de lo portátil. Desde la tradicional casa rodante, hasta la hinchable de bolsillo. Morralitos fotosensibles que almacenan energía solar y emiten luz cuando llega la noche. Comidas deshidratadas, mineralizadas y vitaminadas que multiplican su volumen con un vaso de agua. Tarjetas de crédito de todos los colores. Conexiones sin cable: telefonía celular, Internet, GPS, nettops y un largo etcétera.

Se trata de un mercado de artículos cada vez más minúsculos, multifuncionales y poderosos para esta época en la que todo tiende a ser transportable y wi-fi, por eso de no estar atados a nada.

Una dosis de realidad

A los “nómadas modernos” se les rodea de un halo de admiración, “por la comodidad de idealizar la facilidad de los viajes como signo siempre liberador, sin hacerse cargo de los muros que se multiplican, de los turistas latinoamericanos cada vez más rechazados en los aeropuertos europeos y estadounidenses, o de los que ni llegan porque se extravían en el mar o el desierto”, plantea el filósofo y antropólogo argentino Néstor García Canclini, director del Programa de Estudios sobre Cultura de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Para el autor de La globalización imaginada, entre una veintena de títulos, el nomadismo es “un OSPI, un objeto sociológicamente poco identificable”.

“Más que una teoría de la movilidad contemporánea, el nomadismo es una generalización inaplicable. Carece de sentido agrupar en el mismo paquete a turistas, migrantes documentados e indocumentados, perseguidos políticos o religiosos, o mochileros en busca de viajes iniciáticos,” alega.

Nómadas de los de verdad quedan pocos: 40 millones, entre los 6.600 millones habitantes del planeta, y la mayoría ya son seminómadas, concentrados en asentamientos urbanos pobres, debido a la industrialización, a la expoliación de los recursos naturales y a conflictos armados.

Los casos se presentan a la vuelta de la esquina: las selvas de Brasil, Ecuador, Perú y Colombia. En este país, las FARC y los paramilitares ya exterminaron a la mitad de los nómadas nukak, porque sus tierras albergan petróleo y son viables para el cultivo de coca y de palma, con la que se elabora biocombustible. El ejército incluso los ha bombardeado en persecuciones a la guerrilla.

En otros confines, millón y medio de tuaregs aún vagan por el desierto del Sahara, que abarca a Argelia, Libia, Níger, Mali y Burkina Fasso. Los beduinos de Medio Oriente, unos 4,5 millones, pululan por Arabia Saudita, Siria, Jordania e Iraq. En homenaje a su nomadismo, si el presidente libio Muanmar Khadafy visitara la Argentina se instalaría en jaimas (tiendas de campaña) en la finca de Olivos, como es su costumbre en los viajes de Estado.

El reverso de la idealización del nomadismo tiene una cara triste, la de los emigrantes indocumentados y forzosos, y otra tenebrosa, la de los criminales. Para estos últimos, el vaivén geográfico forma parte de una existencia más allá del bien y del mal, y como es sabido, actúan y se mueven de forma organizada: terroristas (11.000 sospechosos, según Interpol); contrabandistas, que dentro de la región son fuertes en la Triple Frontera; y narcotraficantes, cuyas redes controlan zonas limítrofes de México, Colombia, Afganistán, Pakistán y China, por citar unos ejemplos.

En el inventario de “nómadas” ajenos a la ley deben figurar los piratas de mar, que surcan las aguas saladas del Cuerno de África y del sureste asiático, sobre todo entre Indonesia y Malasia.

También debe incluirse a miles de fugitivos y a los traficantes de armas, como Víctor Bout, capturado este año en Tailandia por suministro de armas a las FARC. La historia de este “lobo solitario”, el mayor traficante de artefactos bélicos del mundo, poseedor de seis pasaportes, políglota en siete idiomas y conocedor del terror en África y Medio Oriente, inspiró la película “El señor de la guerra”, interpretada por Nicolas Cage.

Los tratantes de expatriados sin papeles no pueden quedar fuera de la lista negra. En la frontera con Estados Unidos, los “polleros” ganan 10.000 millones de dólares anuales con el trasiego de seres humanos. En el estrecho de Gibraltar, entre Marruecos y España, se embolsan 75 millones de euros por los africanos embarcados en cayucos de papel mojado.

Los migrantes económicos representan la mayoría de quienes residen en un país diferente del que los vio nacer. Son 170 millones, 40 millones de ellos sin documentos. Filipinos, norcoreanos y peruanos vuelan a Japón; mexicanos, guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses y cubanos entran por centenares a diario en Estados Unidos; magrebíes, subsaharianos, latinoamericanos y eslavos protagonizan las nuevas oleadas en Europa.

Los países receptores ven el fenómeno como una especie de plaga. A España, puerta atlántica y mediterránea de la Unión Europea (UE), llegaron más de 50.300 inmigrantes de forma ilegal en 2007 y fueron repatriados 92 de cada cien.

“La UE era el lugar donde las fronteras no se ablandaban sólo para los capitales y las mercancías, sino también para las personas, mediante la ciudadanía común, y para la cultura, gracias a programas de intercambio educativo. Hubo propuestas para ocuparse de los detonantes de la migración, invirtiendo y creando trabajo en los países expulsores. Pero últimamente, sin saber cómo gestionar los conflictos interculturales, la UE endurece su aislamiento hacia los extranjeros”, advierte García Canclini.

De poco sirve ponerle puertas al viento. Migrar es tan natural y tan antiguo como la humanidad; tenemos más de 40.000 años de práctica en la materia. La peculiaridad es que ésta es la era de la movilidad, con pasajes de ida y vuelta emitidos al compás acelerado de la globalización y de los avances tecnológicos en comunicaciones. Es la era en la cual las fronteras son, más que nunca, líneas imaginarias sobre las que se levantan muros ineficaces, como el del corredor migratorio más transitado: el de EEUU-México, la nación con más paisanos fuera de casa (12 millones).

Corredores como el norteamericano y el de Ucrania-Rusia, el segundo más concurrido, son utilizados por miles de hombres, mujeres y niños en busca de una vida mejor. No siempre la encuentran y a muchos se les va la vida en el intento. Así les sucedió a Yaguine Koita y Fodé Tounkara, de 14 y 15 años, hallados muertos por congelamiento en el tren de aterrizaje de un Airbus que tomó tierra en Bruselas procedente de Guinea Conakry. Uno de los adolescentes empuñaba una carta en la que pedía socorro para el desarrollo y la pacificación de África. Su historia conmocionó al mundo un 2 de agosto de 1999, y las cifras de migrantes fallecidos siguen nutriendo las estadísticas y los cementerios.

Con solo tener en cuenta los 317.000 millones de dólares enviados en remesas en 2007, según el Banco Mundial, se vislumbra cómo el dinero traspasa las fronteras con mayor fluidez y seguridad que la mano de obra: a razón de 10.000 dólares por segundo. Una buena porción de ese pastel la producen latinoamericanos y caribeños: nada menos que 66.500 millones de dólares, según el Banco Interamericano de Desarrollo.

Para bien y para mal

Viajar en plan intensivo o expatriarse para siempre tiene un yin y un yang. “El desarraigo, relativizar el país en que nacimos, descubrir que hay otros modos de comer, enfermarse y curarse, amar y celebrar” son parte de la experiencia, comenta el antropólogo.

El impacto del “nomadismo” es diferente para quienes lo practican en pro de su desarrollo profesional, cuyas empresas actúan como redes de contención y cumplen un rol patriarcal, y para quienes salen por necesidad o para salvar su vida. En este último caso, son muchas las almas que deben sentirse como cuando uno llora a solas. El número de refugiados, incluidos los palestinos, trepa a 15 millones, tantos como apátridas. Y los solicitantes de asilo suman 740.000.

Cada cual percibe de manera diferente su nueva realidad, el choque cultural, las ilusiones y el estrés de la adaptación, la nostalgia y la curiosidad o la crisis de identidad que puede llegar con los años. Algunos idealizan lo que dejaron atrás, o lo critican hasta el hastío. A otros termina resultándoles extraño volver a su tierra. Todo depende de su personalidad y de su experiencia vital.

¿Cuánto se pierde y cuánto se gana? No se puede medir, sólo sentir. Todo cambia y muchos minimizan el impacto, aplazan el duelo de la pérdida y el estrés, para dedicarle toda su energía a la adaptación. Otros somatizan su dolor. Algunos pierden mucho, incluso a sus parejas y el entendimiento con los hijos criados en el país receptor. Y otros terminan en el aislamiento social, en la cerrazón de los guetos o, por el contrario, con la agenda llena de nuevas amistades, detallan la psiquiatra argentina María Poulisis y la chilena Graciela Bar.

Lo ideal, según Poulisis, es que el viajero “tenga ductilidad social, una percepción progresista, flexibilidad y capacidad para aprender idiomas.” Su mejor consejo: “que el emigrante se construya una nueva red de contención sin perder los viejos vínculos, y que la sociedad tome conciencia de lo que supone expatriarse.”

Cuando se emigra, es poco frecuente descubrir el Edén y sentirse ciudadano del mundo. Para Canclini “la ciudadanía mundial fue una hermosa utopía nacida con el iluminismo, cuando no había aviones, ni satélites, ni Internet.” Sin embargo, “necesitamos más que nunca elaborar nuestra convivencia internacional con la mayor apertura, y facilitar la participación como ciudadanos plenos de quienes comparten con nosotros el territorio.”

“La tolerancia –dice el filósofo– es una forma insuficiente, a menudo mezquina, de ejercer el relativismo, bien definida por aquel antropólogo según el cual era como decir: ‘Eres diferente, pero te perdono’. Entre tanto, quienes somos obligados a vivir en distintos países o lo hacemos por elección, haremos bien en luchar por la extensión más generosa de los derechos y tratar de tener varios pasaportes.”

© (Se autoriza la reproducción de este artículo siempre y cuando se mencione a la autora y a Mundo Abierto)

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Líder capacitado con personalidad idónea, se busca para dirigir un país

Posted on 31 enero, 2008. Filed under: Yolanda Yebra -Buenos Aires | Etiquetas: , , |

Por Yolanda Yebra / Buenos Aires 

  Buenos días.

  Buenos días (responde ella).

  Encantado de conocerla señora Clinton. Pase, por favor. Tome asiento. 

Ella, de 61 años de edad, peinada de peluquería, vestida con traje sastre y maquillada sin excesos, como dicta la ocasión, estrecha la mano de su anfitrión esbozando una sonrisa. Se sienta sin entrelazar las piernas y apoya sus manos, superpuestas, sobre la pequeña mesa circular del despacho. Sabe que entrelazar sus manos habría sido una señal de autocontención y que cruzar las piernas habría transmitido autoprotección. Lo evitó. Va preparada.

Mirando al experto en Recursos Humanos, ella espera unos segundos. Él saca unas hojas impresas de una carpeta azul oscuro estampada con el escudo de los Estados Unidos y dice:

  Le voy a entregar un cuestionario con 153 preguntas. De las tres posibles respuestas para cada pregunta –mucho, poco o nada–, sólo tiene que marcar aquella con la que más se identifique. En veinte minutos paso a recoger el cuestionario y luego le acompañaré a la entrevista con el comité de selección. ¿De acuerdo?

Ella, abogada, senadora, ex primera dama, madre, esposa y candidata a la presidencia, asiente en voz alta. Echa un vistazo al cuestionario y, cuando el psicólogo se va, empieza a marcar las casillas del psicotécnico.

1. Para mí es muy importante dejar una profunda huella en las personas con quienes me relaciono. X

2.  Sé mantenerme con muy poco, resguardando aquello que pueda servirme a futuro, en especial datos e información relevante. X

3. Soy una persona independiente, autosuficiente y quien pone las reglas del juego. X

4. Cuando tengo la razón, tiendo a defender mis posturas de forma racional, rígida y a veces…

Casi cuatro respuestas, entre 12 alternativas, cada 30 segundos no dan para manipulaciones, por más inteligente que se sea. Repartir veinte minutos entre 453 opciones basta para que el cuestionario del eneagrama –que plantea del derecho y del revés mil asuntos vinculados con la intuición, la emotividad y lo cerebral–, deje a la señora Clinton al descubierto, mucho más de lo que a cualquiera le gustaría.

Pero a la candidata no le queda más remedio. Antes de someterse al voto de los electores, debe someterse a un comité integrado por los mejores expertos del país en selección de personal. Este comité, que también evaluará a los demás aspirantes, emitirá un veredicto irrefutable: el carácter de la señora Clinton es o no es adecuado para asumir la dirección de la mayor potencia económica y militar del mundo.

Pasados los veinte minutos, el examinador entra en el despacho. Ella le entrega el cuestionario y él la invita a seguirle a una sala de juntas contigua.

 Después de usted, señora.

Ella traspasa el umbral y su mirada se topa con los siete miembros del comité. Tres hombres. Cuatro mujeres.  Hoy es mi día de suerte, piensa. Pero, tras un saludo protocolar, empieza a dudar sobre la supuesta conveniencia de un “jurado” con mayoría femenina.

 ¿Por qué quiere ser presidenta?, señora Clinton. ¿Para qué?

 ¿Cuál es su mayor virtud y su mayor defecto?

 ¿Se considera feminista?

 ¿Por qué defendió a su marido después de que mintiera a los estadounidenses sobre sus relaciones extramaritales?…

 Si su hija tuviera un gravísimo problema que requiriese su inmediata asistencia y, al mismo tiempo, surgiera un asunto de Estado que también demandase de ipso facto su intervención, ¿qué asunto atendería primero?

Una hora bajo el microscopio, a merced de un interrogatorio impiadoso, y 24 horas por delante para conocer en qué tipo de personalidad encaja la de la señora Clinton entre los nueve posibles del eneagrama, una herramienta de conocimiento tan antigua y mística como renovada y práctica, que ya empleaba Aristóteles para identificar y catalogar en nueve grupos (enea, es nueve en griego) las maneras de percibir el mundo.

Todo es clasificable, no por ello simple. Nada más complejo que la personalidad y ninguna más intrigante que la de los políticos. ¿Qué y cómo decidirán ante una crisis? ¿Qué dosis de instinto, racionalidad, miedo, arrojo, creatividad, egoísmo o solidaridad, entre otras cosas, se puede esperar de ellos? Conocer las respuestas de antemano es el sueño de todo analista y debería serlo de todo votante, por más que la intelectualidad critique la personalización de lo político.

“El lado humano de las cuestiones políticas (el carácter, estilo, simpatía, talante, popularidad, credibilidad, confianza…) adquiere primacía sobre su competencia. En un horizonte de politización escasa, terminamos votando por los atributos personales”, lamenta el filósofo Daniel Innerarity, autor de El nuevo espacio público.

¿Y qué tiene de malo conocer a fondo el carácter de nuestros futuros dirigentes?

No se trata de restarle un ápice de importancia a la competencia a la que alude Innerarity, entendida como capacidad para gobernar y como planteo competitivo de programas políticos serios. No se trata, ni mucho menos, de que la política se vuelva un conglomerado de historias rosas sobre amoríos, hábitos de familia, de consumo, etcétera. Pero nada se perdería por someter a psicotécnicos a los aspirantes a gobernar un país. Esto permitiría encontrar en las entrañas de sus psiquis su verdadero “yo”, ese que, tal vez, ocultan o incluso desconocen. Es deseable suponer, por ejemplo, que otra habría sido la historia si los alemanes hubieran conocido el verdadero “yo” de Hitler en las elecciones parlamentarias de 1932, cuando hicieron de su partido nazi el más numeroso de la nación.

Pero esos días en los que un candidato acceda a someterse a una prueba de personalidad como las que aplican las empresas para seleccionar al postulante idóneo a cualquier puesto de trabajo quedan lejos, tal vez imposibles. Sólo el ejercicio del poder ha servido a los psicólogos para definir cuál de las nueve personalidades caracteriza a cada líder.

Una aclaración: ningún eneatipo es mejor ni peor. Todos tienen su lado positivo y negativo. Cada personalidad difiere según su nivel de desarrollo, desde lo más sano hasta lo patológico, y la predominante se matiza con el peso de los otros eneatipos, porque cada quien alberga los nueve y echa mano de ellos según las circunstancias. El asunto es cuál predomina y su grado de “salud”.

EL VEREDICTO

Hillary Clinton es del tipo 1 con influencias del tipo 2, como Juan Pablo II. El 1 es el eneatipo del “Reformador”: idealista y de principios. Luchador que impulsa cambios para mejorar las cosas, pero temiendo cometer errores. Controlado. Organizado hasta el extremo, lógico, detallista. Posible resentido e impaciente. Suele justificarse a sí mismo y desea estar más allá de las críticas para no ser condenado por nadie. Muy trabajador y puntual, pero también algo pedante y un tanto fastidioso, porque todo lo juzga según lo que cree que es “lo correcto”, por lo que suele ser regañón e incluso represor.

El matiz del tipo 2, “El Altruista” –que predominaba en Eleonor Roosevelt, Nancy Reagan, Barbara Bush y en Eva Perón (curioso, todas esposas de presidentes) –, le imprime un carácter sociable y de buen corazón. También sentimental, adulador y hacedor de favores con el fin de ser necesitado. Con el pretexto de ser un “amigo afectuoso” puede llegar a interferir demasiado en las vidas ajenas. Desea que las personas dependan de ellos. Cuando da algo, espera siempre algo a cambio. Cuando es engreído, se siente indispensable, puede sobrestimar lo que hace por los demás.

OTROS LÍDERES

Bill Clinton, Condoleezza Rice, Arnold Schwarznegger, Tony Blair y Silvio Berlusconi son el tipo 3 (el triunfador), con sus dos vertientes: el encantador y el profesional. Adaptable y exitoso, autosuficiente, encantador, sobresaliente y pragmático. Ambicioso, enérgico y diplomático. Obsesivo con el trabajo y la competitividad, su pasión oculta: la vanidad.

El individualista es el tipo 4, con dos influencias: la del aristócrata o la del bohemio. Sensible, temperamental y ensimismado, con tendencia depresiva y empeñado en mostrar su singularidad. Su deseo básico es descubrirse a sí mismo y su importancia, tener identidad. Ningún gran líder político encaja en este eneatipo, en el cuál sí se suscribe la esposa de JFK, Jackie Onassis.

El 5, el investigador, con dos vertientes: la iconoclasta o la del que soluciona problemas. Es el perceptivo y cerebral. Independiente e inventivo. Capaz de ver el mundo de forma nueva, puede ensimismarse en sus pensamientos, ser provocador y abrasivo. Su máximo deseo es ser competente. Un ejemplo: Vladimir Lenin.

Lady Di y Richard Nixon eran 6 (el leal). Eneatipo con dos grandes ramas: la del defensor y la del amigo. Serio y trabajador. Cautivador y amistoso. Resuelve problemas, predice dificultades y promueve la cooperación; pero puede volverse receloso, estresado y desafiante. Su deseo básico es encontrar seguridad y apoyo, si ve en peligro cualquiera de estas dos cosas puede reaccionar con conductas pasivo-agresivas. Este eneatipo incluye también a George Bush, Richard Cheney, Robert F. Kennedy y Malcom X.

El entusiasta es el 7: Activo, enérgico, apasionado, optimista, espontáneo y divertido. Puede ser indisciplinado, disperso e impulsivo, aunque agradecido, versátil y ambicioso. Cae con facilidad en el materialismo y el consumo. Puede ser incapaz de decirse no. En su mejor momento es práctico, productivo, prolífico, versátil y abarca numerosas áreas de interés. Su miedo básico es verse despojado de todo y sufrir. Los hay más inclinados al realismo (John F. Kennedy, Benjamin Franklin) y los que tienden a ser como animadores.

Mijail Gorbachov y Fidel Castro son 8 (el desafiador), como lo eran Sadam Husein, Stalin, Indira Ghandi, Franklin Delano Roosevelt, Lyndon B. Johnson y Martin L. King. Tiene una actitud de “puedo hacerlo”. Es seguro de sí mismo, controlador y protector, decidido, audaz y voluntarioso. Puede ser magnánimo e inspirador y causar una influencia duradera positiva; pero en su versión insana llega a ser egocéntrico y dictador, sentirse omnipotente y usar su poder con agresividad. Como es controlar, su máximo temor es ser dominado por otros.

Cierran la lista Helmut Kohl, el Dalai Lama y Nelson Mandela: son 9 (el pacificador), que tiene dos inclinaciones: la ocho (el árbitro) y la uno (el soñador). Es tolerante, confiable y estable. Generalmente creativo, optimista y comprensivo, a veces hasta la complacencia para sanar conflictos. Suele tener problemas con la terquedad. En este grupo entran los ex presidentes Ronald Reagan y Abraham Lincoln.

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Navidad, ¡qué cosa!

Posted on 20 diciembre, 2007. Filed under: Yolanda Yebra -Buenos Aires | Etiquetas: , |

Por Yolanda Yebra / Buenos Aires

Tengo tres pesos en el bolsillo. Estoy pelada. Sin pelas, digo. No me tenga lástima. Hace tiempo que aprendí a desprenderme de las cosas, cositas, cosillas. El dinero es eso, una cosa, la más volátil de todas después de la pólvora.

No fue fácil alcanzar esta situación tan desprendida. Tuve que instalarme en la Argentina de la crisis y repetir mil veces la palabra «cosa» para que perdiera el sentido. La palabra, no yo, se entiende. Aunque casi perezco en el empeño.

Tan apegada estaba yo a las cosas, que no me cabía en la cabeza que una de las primeras películas que vi sobre extraterrestres pérfidos y chupa vidas se llamara «La Cosa». Precisamente, a las cosas se les tiene cariño porque nos ayudan a conservar la memoria: tal y cual cosa la compré en aquel sitio, ese día, a equis hora; o me la regaló Mengano o Citana en determinada ocasión.

Hoy, después de veinte mudanzas en toda regla y en plena batalla por pertenecer a la clase media argentina (a lo que queda de ella) veo que mi reconversión no tiene mucho mérito. Son las cosas las que han ido desprendiéndose de mí. ¡Qué desgarro! Perder la memoria es algo terrible. ¡Lástima no ser caracol!

Por si fuera poco admitir que el logro no es mío, sino de mi peregrinaje y de mi asentamiento en estas pampas, inflacionarias y tacañas en oportunidades, ahora corre peligro todo mi afán por conservar el Nirvana «anticosa», inducido por mi relativa pobreza. Relativa porque depende desde qué punto se la mida, y no necesito que un melón me golpee en la cabeza para darme cuenta de lo afortunada que soy.

Corre peligro porque Papá Noel y los Reyes Magos me clavan sus miradas en los centros comerciales de Buenos Aires, abarrotados durante las veinticuatro horas que permanecen abiertos antes de que estos personajes irrumpan en la intimidad agnosta de mi departamento. A esos barbudos les importa un comino que me queden tres pesos en el bolsillo. Claro, son de cartón piedra.

Es Navidad y hay que echar la casa por la ventana para dar muchas cosas, porque uno sabe, intuye al menos, que recibirá otras tantas. Matizo: hay que comprar muchas cosas para hacernos a la idea de que ya podemos consumir gracias a que las cosas en Argentina están mejor. Y no me juzgue por dejar de lado el espíritu navideño e imaginar que soy el Grinch, que en Hollywood se atrevió a ser verde antes que Shreck.

Aunque faltan un par de vidas para llegar a la versión local del grandilocuente «España va bien», la clase media argentina necesita sosegar su ego adquisitivo, dolorido desde 2001, cuando un peso dejó de ser un dólar.

Para eso, nada mejor que ser parte de la marabunta que recorre los mil escaparates de la comercial avenida Santa Fe. Nada mejor que zambullirse en los 685 locales insomnes que acumulan el Abasto Shopping, el Alto Palermo Shopping, las Galerías Pacífico Shopping, el Patio Bullrich Shopping y el Paseo Alcorta Shopping. Shopping, shopping, shopping.

Pasmado con tanta oferta, el espíritu navideño nos lleva a gastar lo poco que nos queda. Muchos optimistas incluso dilapidan lo que no tienen, ordeñando a la tarjeta de crédito. Antes muertos que sencillos.

Camaleónica yo, hago mío el refrán «allí donde fueres haz lo que vieres». Así -después de desdoblarme en dos y de admitir mi envidia a los caracoles mientras me congratulo por ser tan desprendida-, sucumbo en la medida de mis posibilidades al delirio consumista de la época, agravando, en estas latitudes por juntarse con las vacaciones de verano. Playita, hotelito, comiditas…, esas cosas, cositas, cosillas que una necesita propinarse para creer que es feliz.

Para justificarme, deberé rumiar un: «¡Ala, venga, que la vida son dos días!». O esta otra frase, tan publicitaria ella: «Me lo merezco; para eso trabajé como una burra».

No sé; tal vez si repito la palabra «consumismo» la suficiente cantidad de veces, también pierda el sentido y se anestesie mi sentimiento de culpa. ¿O acaso creía que iba a redimirme como si tal cosa?

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Argentina: la presidenTA y la cristalería fina

Posted on 20 noviembre, 2007. Filed under: Yolanda Yebra -Buenos Aires |

Por Yolanda Yebra / Buenos Aires

Es muy peculiar Cristina Fernández de Kirchner, la próxima presidente de Argentina. Perdón, presidenTA, TA. Y pido perdón porque, durante su campaña, la aún senadora apuntó mil veces al cielo, brazo en alto, exigiendo a las multitudes que no corearan «¡Cristina, presidente!», sino «presidenta, ta».

¡Cuánto afán por exaltar la feminidad! Y me pregunto yo: ¿Hace falta gritar?

Se lo repitieron sus asesores mil veces: «No grite, señora. No apunte con el dedo, señora». Y a ella se le escapaba el genio por el dedo y por la boca. El mal genio, claro. Tiene fama de reventar cristalería fina contra las paredes cuando se enfada.

Le deseo lo mejor en el cargo a la señora presidenta, ta. Por mi bien. Por el bien de todos los que vivimos en Argentina. Más vale que a este país ciclotímico, en verdad melancólico, sin duda agraciado en riquezas y con gente buena, que haberla haila, le vaya bien. Mejor, quiero decir. Y no digo mejor que desde el 2003, cuando empezó a levantar la cabeza tras la peor crisis registrada en estas latitudes. Digo mejor que nunca de hoy en adelante, sin punto final, sin importar quién gobierne después de Cristina Fernández, y después, y después.

Los argentinos, acostumbrados estos años a vivir en la incertidumbre, el cortoplacismo, la especulación y el sálvese quien pueda, necesitan que la Economía, que en apariencia va bien, vaya mejor en lo macro y en lo micro mediante el establecimiento y cumplimiento de políticas de Estado de largo plazo consensuadas entre todos los sectores. La señora presidenTA electa lo prometió y quienes habitamos estas tierras necesitamos saber hacia dónde va la política económica, para poder vislumbrar más allá del día después de mañana.

Necesitamos que los datos oficiales micro y macroeconómicos recuperen la credibilidad. Que el Indec, medidor de la inflación, sea coherente con la realidad. Que el Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER), del Banco Central, así como los indicadores de salario real, actividad industrial, desempleo, pobreza e indigencia se ganen la confianza de la ciudadanía.

Necesitamos saber qué pasa, e independizarnos de la «declaracionitis», de tener como último recurso informativo lo que nos dicen que pasa.

Necesitamos saber cómo se implementará la prometida conciliación del modelo industrial y el agrícola, la avenencia del mercado interno y el externo, cuáles son los planes de infraestructura y los de recuperación del deficiente sector energético. Necesitamos saber cómo se logrará que esos sectores, los más necesitados de financiación, procedente de nuestros impuestos, no nutran los bolsillos ocultos y sin fondo de los faltos de escrúpulos.

Necesitamos saber si perdurarán los crecientes subsidios a empresarios que sucumbirían a la competencia del mercado y no pueden o no quieren -precisamente porque son subsidiados sin condiciones-, mejorar su productividad.

Necesitamos saber qué ocurrirá con el creciente gasto público y cómo se incentivará la inversión nacional y la foránea, que se está estancando. Cómo se logrará que la administración, su ejército de funcionarios, sea más eficaz y capaz. Necesitamos saber cómo mejorar el sistema de Sanidad, el Educativo, el puramente administrativo.

Quienes habitamos estas tierras necesitamos que todo vaya mejor en lo político, mediante un fortalecimiento imprescindible de las instituciones: respeto a la independencia del poder Judicial -que precisa una reforma estructural para serle útil a la sociedad-, y mayor protagonismo del Legislativo, sumido en la nulidad desde que a Néstor Kirchner se le ocurrió, en 2003, que es más fácil gobernar a decretazo limpio.

Necesitamos que haya oposición. Una oposición plausible, estructurada en partidos políticos sólidos, que deje de girar en torno a los personalismos. Una oposición y un gobierno que debatan con seriedad y respeto mutuo.

La sociedad argentina necesita eso y mucho más. Por nuestra parte, los ciudadanos necesitamos recuperar la cultura cívica y los valores fagocitados en el canibalismo de la crisis. Necesitamos hacer examen de conciencia. Preguntarnos qué está en nuestras manos para construir un mejor país, un mejor futuro y llevarlo a cabo. Ser críticos, sí; demandantes, sí; exigentes, sí; constructivos, sí, sí y sí. Necesitamos ser todo lo que exigimos a nuestros gobernantes que sean.

Como decía. Le deseo lo mejor en el cargo a la señora presidenta, ta. Sabemos que gobernar bien no es fácil, pero que se lo tome con calma y no estrelle más copas de cristalería fina contra las paredes de la residencia presidencial, porque cada copa de Bohemia nos cuesta a los contribuyentes unos 20 pesos y con 20 pesos se compran casi 20 kilos de harina para hacer pan. Pequeñas metas, para grandes logros.

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